Por: Pilar Rodriguez
Enfermera
Hoy, 24 de abril celebramos el día de la meningitis.
Durante tres años he sabido ponerme objetivos a corto plazo que he ido superando poco a poco sin programar un futuro. Pues no sabes lo que te espera a la vuelta de la esquina.
Enfermera
Hoy, 24 de abril celebramos el día de la meningitis.
Si hablara desde el punto de vista científico, podría referirme a ella como una enfermedad súbita, agresiva y de elevada mortalidad. Capaz de causar la muerte tan sólo 24 horas después de contraerla, causando secuelas de por vida en 1 de cada 5 afectados.
Pero ¿y si no es esta la visión real de la enfermedad?
Nunca te planteas realmente que siendo enfermera un contagio pueda terminar con tu carrera y menos con tu vida. Cada día corremos riesgos pero decides superar tus miedos por encima de cualquier cosa, porque es la profesión que elegiste. ¿ Pero qué ocurre cuando te toca pasar por algo así?
Hace tres años pude comprobar que no por tener conocimientos sobre una enfermedad eran suficientes para llegar a superarla.
Era un día como otro cualquiera cuando tras hacer varias revisiones de pediatría comencé a encontrarme mal. Me tomaba la temperatura cada cierto tiempo y no bajaba de 38 grados. Quise creer que todo era efecto del cúmulo de cansancio y un simple resfriado. Pero los síntomas aumentaban tan deprisa que tome la decisión de irme a casa.
No fue hasta el día siguiente cuando decidí acudir al hospital. Para mi desgracia, el personal de urgencias ignoraba mi sintomatología. Tras pasar 7 horas en observación creyendo que sería una gastroenteritis dejé de sentir las manos y los pies. Una vez en la U.C.I. me intubaron. Los médicos no tenían ninguna esperanza de que pudiera sobrevivir. En pocas horas moriría sin que pudieran hacer nada.
Tenía 25 años. No bebía ni fumaba. No era diabética ni tenia una enfermedad inmunosupresora. Estaba completamente sana, sin embargo, me contagie de una meningitis neumocócica. La cuestión ¿por qué?.
Cuando desperté era una masa púrpura con los dedos de las manos y de los pies necrosados. Nadie se atrevía a pronosticar mi evolución porque era absolutamente incierta. Todo iba en mi contra.
La falta de aparataje de diálisis que necesitaba, la incompetencia de algunos profesionales, un médico al que sólo le interesaba como caso clínico para su tesis doctoral... Toda una serie de circunstancias que no se describen en los libros y que iban a terminar con mi vida.
Días mas tarde me transladarían a la Unidad de Quemados de Getafe.
Estaría semanas en coma inducido hasta que consideraron
que estaba fuera de peligro. Y cuando desperté pasó
tiempo hasta que descubrí que no tenía piernas ni manos. Nadie había querido
decírmelo. Ninguno se atrevía, aun cuando me miraba las manos vendadas o
desplazaba la mirada hacia mis rodillas. Pero no podía moverme. No sentía
ninguna parte de mi cuerpo. Solo sentía dolor, pero no sabría decir de dónde
provenía.
¿Cómo asumir la perdida de una parte de
tu cuerpo? Mi mente era incapaz de aceptar lo que había sucedido. Estaba
pasando por la fase del miembro fantasma y era mediante el dolor como mi cuerpo
trataba de luchar contra ello.
Fueron 110 días de ingreso. 110 días de
sufrimiento y angustia que tendrían como colofón el aprender a vivir sin manos
ni piernas.
Hicieron falta multitud de actividades para conseguir 80.000 euros. Era lo que costaba el material ortoprotésico que necesitaba. La Seguridad Social sólo te proporcionaba unas prótesis de pvc capaces de causar úlceras y no estaba dispuesta a ello. Fue gracias al esfuerzo de amigos, familiares y donaciones anónimas como se hizo posible. Pero el gasto no terminaría ahí. Cada 5 años tendría que desembolsar esa cantidad de dinero pues el uso de las prótesis, al igual que unas zapatillas o un teléfono móvil, tiene una duración estimada y hay que renovarlas.
Meses mas tarde, volvería a ponerme de pie.
Hizo falta mucha fuerza de voluntad, coraje y ganas de seguir luchando para recuperar parte de la vida que había perdido tras la enfermedad.
No volvería a trabajar como enfermera asistencial y tendría que depender de por vida de unas prótesis y una silla de ruedas pero no por ello había que rendirse.
Durante tres años he sabido ponerme objetivos a corto plazo que he ido superando poco a poco sin programar un futuro. Pues no sabes lo que te espera a la vuelta de la esquina.
Es muy difícil ser capaz de adaptarte a una situación nueva sobre todo cuando toda tu vida ya estaba estructurada, pero hay que saber continuar hacia adelante.
Asique cuando encuentres a una persona con alguna minusvalía, no la limites por ser diferente. La discapacidad no nos define. Lo hace cómo nos enfrentamos a los desafíos que la discapacidad nos presenta.
(Si quieres seguir su historia puedes hacerlo a través de Facebook en "Todos con Pilar")
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